Nos sentamos en el patio trasero de la casa, Teresa con su eterno jugo de naranja, yo con un té verde. Teresa había sido mi terapeuta, ahora era mi amiga. Podría haber sido una tía lejana con acento yucateco. Nos miramos sin pronunciar palabra, pupilas dialogando mientras cada quien bebía un sorbo de su brebaje favorito. ¿Lo ves?, susurró Teresa. Sí, contesté. Con el rabillo del ojo, ambas captamos su presencia. Yo no estaba tan segura, por eso dije, Hay un hombre blanco, vestido de blanco, sentado a tu izquierda. Teresa asintió. Los tres nos quedamos callados hasta que la no-luz crepuscular diluyó al visitante.
Cuentos, relatos, poemas y otros padecimientos que han surgido en las tardes compartidas por los escritores en los talleres de escritura creativa de Malix Editores
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Dicen que la palabra promete, así lo hace el título y de cierta forma sabía que era demasiado obvio, lo cual me agradó al leer el texto. La idea de un visitante efímero me parece interesante porque rompe justamente con un acontecimiento frugal y cotidiano como observar un atardecer (al menos así lo imaginé). Sólo le quitaría la segunda "Teresa" y pondría "Ella" o sencillamente empezar con "Había sido mi...". Saludos.
ResponderBorrarCreo que el relato es noqueador, pero para incrementar el punch podría omitirse que Teresa había sido terapeuta, incluso tía yucateca. A lo demás no le movería nada. Abrazo Lorena.
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