Primera vez, otra vez
Una persona está en un restaurante con varias amistades. Era la primera vez en ese lugar aunque ya había estado ahí varias veces.
- Con permiso; no me tardo- les dice a sus amigos
Se levanta y arrastra el ancla que lleva.
- Disculpa, ¿el baño?
- Al fondo a la derecha.- le contesta una de las camareras.
Claro, siempre al fondo a la derecha sin importrar donde sea adelente o atras.
Frente a las dos opciones para un segundo a descifrar cual por cuál entrar. Se duplica el tamaño del ancla. El pulso se le acelera al empujar la puerta de la izquierda. La idea de que haya alguién dentro es casi pavor como el que siente la gacela al cruzar el río infestado de cocodrilos en ayunas.
No se ve nadie ahí. El ancla es más chica. No conocía ese baño aunque ya había estado en él más de una vez. Los lavamanos ahora están a su derecha en vez de a su izquierda como era antes ahí. La antesala, con pocos muebles pero muy monones, está del otro lado.
Se ve en el espejo al atravezar. El reflejo es el de su misma persona. No la conoce, se ve diferente, es más alta y torpe. Le soríe a esa imagen de sí aunque el temor de que los cocodrilos aparezcan en cualquier momento es omnipresente.
- ¿Cómo es posible que esto sea ilegal?- se piensa al sentir el tambór de su corazón.
Llega al mingitorio cerrando la puerta por detras. Es como otros, de cerámica blanca y agua cristalina. Se sienta. De un lado está el dispensador de papel higiénico y del otro no reconoce la caja de acero inoxidable. Tiene una tapa como para dejar ahí los pecados.
- ¿Para qué será?- se pregunta sin hablar. -¡Ah, es obvio pero no se me había ocurrido!-
Siente mucho alivio al orinar pero el ancla sigue atada a su tobillo. Su ritmo cardiaco todavía es elevado. Aún tiene que salir de la zona de peligro. No falta mucho pero el riesgo es real.
Al lavarse las manos ve como alguién entra. El ancla se convierte en grillete de 2 toneladas. El corazón se le va a salir del pecho. Baja la mirada para no hacer ningún tipo de contacto con las dos personas que pasan por detras sin decir nada.
- ¡Vaya pues, yo solo quería hacer pipí!- se vuelve a decir viendo el ancla achicarse al salir del baño y regresar con sus amistades.
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Cuentos, relatos, poemas y otros padecimientos que han surgido en las tardes compartidas por los escritores en los talleres de escritura creativa de Malix Editores
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