Suplicándome con la mirada se hizo notar entre
las piernas de los voluntarios que, correas en mano, buscaban a alguien
empático con su causa. Mendigaba amor en la Plaza del Callao, como otros tantos
que fueron desechados porque ya no hacen ganar a sus dueños en las carreras o
abandonados porque, al final de la caza, los cazadores los dejan sin casa.
Por un momento
lo imaginé tendido junto a mí en el sillón una tarde hogareña de lluvia. Lo
quise abrazar pero pensé en los de mi país, algunos incluso víctimas de abuso
sexual.
No me pude
llevar a Pepe, el galgo que arrastraba su porte de desahuciado. Me alejé con su
mirada adherida a mi espalda, pesándome en los hombros, encajándome la congoja hasta
adentro.
Plaza del Callao, Madrid, febrero, 2022
y
Cancún, Q. Roo, marcha del 8 de marzo, 2022
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