—No es la primera vez que lo escucho —confesó Camila.
—¡Qué miedo! No puedo creer que haya un hombre viviendo detrás de las paredes de nuestro cuarto. —Beatriz abrazó a su muñeca, protegiéndola.
—No es uno, son muchos. ¡Ahora los oigo!
Camila pegó la oreja a la pared y se llevó el dedo a los labios pidiendo silencio.
—¿Qué dicen? —preguntó Beatriz.
—Parecen nerviosos, como si tuvieran miedo.
—No me asustes. Por favor concéntrate y dime qué dicen.
Con la oreja en el muro, Camila cerró los ojos y después los abrió lentamente.
—Dicen que escuchan las voces de unas niñas detrás de las paredes de su cuarto.
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